miércoles, 4 de julio de 2007





Historia Segunda: Manolo







Que tu marido te pega?...
...me vas a venir tú a mí, ahora, con el cuento de que tu marido te pega...

¿Y qué te hace?, ¿Te ha atizado con una silla?. Espero que sea algo grave. Porque, digo yo, que tu marido te pegue no es excusa para llegar tarde al trabajo.

Porque llevo ya tres horas esperando a que abras para descambiar este décimo, que para una vez que me devuelven el dinero, y la casa la tengo patas arriba, que no veas que fiestón que monté ayer con dos polis que subieron a arrestarme...

Ay hija, mira que has venido tonta esta mañana... Qué si tienes problemas en casa no los pagues conmigo. Además si tu marido te pega, pues déjalo. No sé a qué coño esperas. No hay ninguna ley que lo impida.

¿Qué va a buscarte?. Pues te compras una pistola y a la que se te acerque le vuelas las pelotas. Y ya verás, querida, como se le quitan las ganas de acercarse más a ti.

Mírame a mí. Libre, sin nadie que me mande, me grite, me pegue y me folle cuando no me apetece.

Pero no creas que siempre he sido así. ¡No qué va!. Yo una vez tuve un novio. Sí, sí, como lo oyes, un novio. Manolo se llamaba el muy cabrón. Manuel José González Anaquel.

Lo conocí en un tugurio frecuentado por yonkis, putas, moros y jubilados. Yo por aquella época acababa de llegar a Madrid y me dedicaba a la prostitución marginal. Sí, sí, como lo oyes, yo era puta de callejón. Ya se que es difícil de imaginar que alguien con mi clase, mi belleza y mi talento se ganase la vida así, pero era una recién llegada y tuve que comenzar de cero. Pero, para que lo sepas, los yonkis, borrachos y viejos del lugar, se daban hostias para poder follar conmigo.

Pues eso, que yo era una recién llegada. Había acabado mi faena con un yonki, que me había puesto el culo perdido de leche. Así que me fui al tugurio ese, “Rayax Six” se llamaba, a limpiarme en el lavabo, que era asquerosísimo. No era más que un cuartucho donde justo cabía una letrina.
El suelo estaba lleno de agua sucia de meado, de compresas usadas, jeringuillas, colillas, vómitos... en fin. La letrina estaba aun peor. Llena de sangre, meado y mierda. Atascado por tanta compresa y tanto truño. Como el puto lavabo ese no tenía ni una miserable ventana, el olor que allí había era de los que tumban.


Me metí allí con una pinza en la nariz, intentando no pisar ninguna compresa ni nada y apartando a manotazos la nube de mosquitos que allí esperaban para asediarte. Me puse encima de la letrina, aunque no sentada, que no quería ponerme perdida de sangre y mierda. Me subí el vestido, que era precioso, de seda, rojo, corto y con un gran escote. Y tenía los zapatos a juego, rojos y de tacón de aguja.

Bueno, que me voy por las ramas. Pues como no había papel, me quité las bragas y me limpié el culo con ellas. Total, ¿ para qué necesita una puta sus bragas?.
Y en esta situación me encontraba yo, cuando, de repente, un borracho abrió la puerta de golpe. Me pegó con todo el canto en la frente y me sentó de golpe sobre la letrina. Entonces se sacó la polla y comenzó a mearse en mis tetas. Yo no sabía reaccionar. Y luego vomitó, ¿dónde?, en mis rodillas, que me bajaba por la pantorrilla un chorrillo que me llegaba al tobillo y se metía en el zapato.


Ya te puedes imaginar mi situación; sentada en mierda, con un moratón en la frente, unas pinzas en la nariz, las tetas llenas de orines y las piernas de vómitos. Y encima un borracho delante con la polla fuera. ¡Estaba excitadísima!. Le enganché el rabo y lo comencé a chupar con una gula que nunca antes había tenido. El pobre se corrió enseguida y me puso la cara llena de semen. Total, qué importaba estar un poco más sucia.

Pues bueno, a partir de ese momento, comenzamos una relación que duró tres años.
Al principio todo fue maravilloso. El no vivía en la ciudad así que nos veíamos los fines de semana, o algún día que podía escapar de trabajo. Como tenía un piso en Madrid, dejé el mío de alquiler y me fui a vivir allí. Dejé la prostitución y me metí a trabajar de camarera en un bar de camioneros, era peor que la calle y ganaba menos, pero al menos era más decente.


Mi manolo no es que fuera muy cariñoso ni sensible, pero siempre me regalaba cosas y follando era increíble, siempre inventando cosas nuevas. Pero nunca me sacaba a pasear ni a cenar, ni al cine. Nuestra vida en común se reducía a las paredes de aquel piso. Yo hacía como si no me importase. Tampoco quería que fuera a donde él vivía, ni que lo llamase por teléfono, ni nada.

Al segundo año de relación ya empezó con cosas raras. A traer ropas de cuero, a atarme en la cama, a jugar con consoladores de todos los tamaños y modelos, que me metía y se metía. Un día quiso hasta afeitarme el coño, pero yo le dije que no, que a mí el chocho no me lo pela ni mi padre.


Desde entonces sus visitas empezaron a hacerse cada vez más esporádicas. Ya casi al final de nuestra relación se pasaba un mes entero sin venir ni llamar. Yo ya empezaba a sospechar algo.

La última vez que lo vi fue un sábado. Llegó a casa y casi sin decir nada me arrancó la bata de guatiné y literalmente me violó. Cuando ya estuvimos follados, en la cama, yo le pregunté que cómo que ya nunca venía, ni llamaba. Que por qué se comportaba de esa manera tan bestia conmigo, que si ya no me quería.


¿Y sabes lo que me contestó el muy hijo de puta?. Que qué era eso de si me quería. Que él nunca me había querido, que me tenía de puta particular, y que si no venía era porque se había echado una novia con la que pensaba casarse. Pero que yo no tuviese pena, que a mí siempre me tendría para hacer conmigo las guarradas que no iba a hacerla a su mujer.

Aquello para mí fue como una puñalada. ¡ Con lo que yo le quería!. Comencé a llorar como una loca y él se durmió. Aquello me dolió aun más.

Me levanté de la cama y comencé a hacer las maletas para marcharme de allí cuanto antes. Pero mientras las hacía pensé en mi venganza...

Cuando las maletas estuvieron hechas, la puse a calentar. Cuando estuvo a punto me acerqué a la cama, le quité los calzoncillos y le envadurné los cojones y el pubis de cera depilatoria. Esperé a que se enfriara y tiré de ella sin piedad.

Él pegó un salto y se despertó sobresaltado dando gritos, y, antes de que se diera cuenta de lo que había pasado, agarré la lampara de cerámica de la mesita de noche y le aticé con ella en la cabeza.

Y allí se quedó el muy imbécil, inconsciente en la cama y con las pelotas en carne viva.
Salí de allí corriendo, dispuesta a olvidarlo completamente y rehacer mi vida. Y realmente mi vida sí la he rehecho. Volví a mi antiguo piso de alquiler, a la calle... en fin. Pero lo que no he podido hacer, ha sido olvidarlo. ¡Ni ganas!. Tengo el trozo de cera con los pelos de sus cojones pegado en la pared de mi habitación, y por las noches antes de dormir me lo quedo mirando y repaso la lección.


Así que ya sabes, querida. Si tu marido se pasa contigo, sé dura, ¡que la vida está para vivirla!, y no para sufrirla junto a un mamón.

Y ahora haz el favor de descambiarme el ya el dichoso décimo... Y me das uno que toque! Que qué ganitas tengo de dejar la calle y montarme una pelu.

Te he contado ya el día que me lié con el peluquero maricón...

3 comentarios:

Chichi dijo...

ay! Erwinia, qué vida más perra has tenido, me espero lo peor en tu próxima historia con el peluquero maricón! ...pero tienes que ser fuerte.


P.D: me tienes que enseñar la cebellera de las pelotas de manolo.

Anónimo dijo...

Tu pásate por mi casa, guapo, y te enseño la cebellera y lo que haga falta para que pases un buen rato. Previo pago claro, que la caridad no engorda.

Anónimo dijo...

Hola. bueno, no entiendo como puedes sentirte bien garchandote a todas esas bestias mugrientas y entrando en ese mundo taan decadente es horrible y das pena.. pobre de ti.. realmente lo siento, que shayas nacido para ser tal alimaña- que existas asquerosamente sobre este mundo.. pobre. se ve q hay personas q tienen canchapara la vida. tu, querida prostituta guarra, no eres una de esas.
adios, y espero q dios te bendiga con un dia sin pijas.