lunes, 11 de junio de 2007







HISTORIA PRIMERA: Amor Platónico






¿Está fresca esta pescadilla?

No sé, no sé. Mira que tú ya me has dado más de una vez gato por liebre.

Pues yo no la veo muy católica... Mira, ponme un kilo de mejillones.

¡Pero nena, qué te he dicho mejillones!. Vaya mañanita tienes... Te noto un poco tonta.

¿Que estás enamorada?. ¡¿Del frutero?!. Pues, querida, no sé que le habrás visto...
¿Cuánto es?.

¿QUE ES UN AMOR PLATÓNICO?. AAHH. PUES YO DE ESTOS TUVE UNO, PERO HACE MUCHO TIEMPO. ERA YO UNA NIÑA...

Pues mira, después de que mi padre me abandonase, me fui a vivir a casa de una tía mía, que como era solterona, era más mala que la quinina, y, como quería que fuese una mujer de provecho, me apuntó en un curso de corte y confección.

Sí, sí, como lo oyes. De corte y confección.

Bueno, pues el curso se hacía en una antigua fábrica abandonada. En un cuartucho habilitado con cuatro maquinas de coser cochambrosas y unas cuantas sillas y mesas viejas. Aquello era como una ratonera, no entraba más luz que la de un pequeño respiradero. Las paredes estaban podridas por la humedad y cubiertas de moho.
Allí estudiábamos diez mujeres... Unas putas, otras jonkis, alguna maruja. La mayoría tuberculosas, y alguna vieja...
Durante las clases había varias que no paraban de fumar, y era tal la peste a humedad y humo, que las tuberculosas se ponían a toser y lo dejaban todo perdido de sangre y pus.

Ay, hija, espérate, que no te espanto la clientela...

Si no me enrollo... Se nota que conoces a una amiga mía, la Leissly, que es puta como yo, y que habla por los codos.

Bueno, vale, voy al grano... ¡Qué pesadita que estás, querida!.
Pues, el caso, es que el profesor que teníamos me traía loca.
Era un cabronazo. Un cerdo gordo de pelo grasiento, que nos trataba como perras. Nos insultaba constantemente, y si no le obedecíamos nos pegaba, e incluso nos torturaba clavándonos alfileres en el cuello y los nudillos.
A mí me tenía una manía atroz. Se metía siempre con mi forma de vestir, y con mis trenzas. Me decía que era una gorda fea sin clase, y me pegaba golpes en los ojos.
Pero yo sabía que él, en el fondo, no era así, y veía en él la figura paterna que nunca tuve. Estaba locamente enamorada de él. Y él pasaba de mí...
Intentaba ligármelo de todas formas, pero no conseguía nada. Le mandaba notitas, comida... Cuando pasaba por al lado mío le tocaba el paquete, pero él me daba un golpe y se quedaba tan tranquilo. Tanto sufrir tenía, que un día decidí tenderle una trampa...
A mitad de clase me escapé y me metí en el lavabo de los hombres, que no era más que una letrina sin tapa y un lavamanos mugriento. Allí diseñé mi estrategia. Cerré la puerta y me senté en la taza con los pantalones y las bragas bajados. Me abrí los labios del coño con los dedos, puse una pose muy sexy y esperé a que entrase para sorprenderlo.
Pero a la única que sorprendí fue a la Rufina, que entró a las dos horas a fumarse un porro, y me encontró dormida con dos dedos metidos en el coño.
Lo único que conseguí con aquello fue que se me escociese el culo con los restos de meao que había en la taza.
Ya había perdido toda esperanza, cuando pasó lo que tenía que pasar...
Una tarde, durante la clase, se escuchó un grito, como de loca, que venía de los lavabos. Allí encontramos a la Pepa, sentada en el suelo sobre un charco de sangre y mierda, y con una aguja de ganchillo metida en el coño... Había sido un aborto.
Estuvimos mirando como se desangraba hasta que murió.
La tía tiritaba y se cagaba y meaba del miedo.
Entonces el profesor nos dijo que la sacásemos de allí y la tirásemos a un contenedor de basuras, que como era una jonki, nadie la iba a reclamar. Así que la cogimos entre todas y la fuimos a tirar... Pero el profesor me puso la mano en el hombro y me dijo que yo me quedase con él a limpiar aquello.
Por fin nos habíamos quedado solos.
Me dio un cubo con agua y lejía y un trapo, y se quedó observándome.
-“Vamos, a ver como lo haces...”- me dijo.
La tarea era muy asquerosa, y como no tenía guantes, no me atrevía a hacerlo.
-“Agachadita lo harás mejor”- me aconsejó –“ no, no,... mejor ponte de rodillas”-.
Enseguida lo calé, así que le obedecí y me puse de rodillas, con el culo bien en pompa, a ver si se decidía a atacar.
-“ Un poquito más allí, sobre la mancha”- me iba indicando, un tono de voz de lo más calenturiento –“mejor quítate la ropa par que no la manches... Venga ponte otra vez de rodillas... Más en pompa más”-.
Tenía la cabeza tan cerca del suelo, que podía distinguir trocitos de carne y pepitas de sandía entre el vómito y la mierda.
Entonces sentí una mano que me acariciaba el coño por detrás...

¿Cómo?. ¿Qué no quieres que te dé más detalles?. Pues tú te lo pierdes.

Pues mira, al final se sacó la polla y me la dio para que se la chupara. Pero resulta que el tío tenía una costra en el capullo, y yo no me di cuenta, y se la raspé con los dientes.
El tío pegó un grito y se apartó hacia atrás, pero resbaló con la mierda y se partió el cuello contra la pica.
Así que en vista del percal, me vestí y me fui de allí.

Y ya está. Y ahora, si me disculpas, me voy, que se me pone muy mala sangre cuando me dicen que me enrollo, y tengo que ir a la pollería a comprar hígados para mi perro.
Eres una borde, y el frutero, maricón.